23-07-2009

Un hogar en la ciudad.



Salí del trabajo y paso 15 minutos esperando al Transantiago
ni la luz roja de un semáforo me ilumina, ni impide que el frío atraviese mi chaqueta verde, hasta llegar a mis huesos, no sé cuanto tiempo pasé allí sentado con las manos en los bolsillos cambiando la música de mi ipod, ni lo que pensaba esa gente que vende completos a esa hora en la calle. Un sentimiento extraño me inunda después de atravesar el puente de luz en Apoquindo, veo unos detectives sacando fotos a un cadáver recién apuñalado, tirado en un paradero de escuela militar, como si estuviera durmiendo, pero su sangre se congela en el pavimento, y su alma, espíritu o su “ser”, como quieran llamarle, se dispara, y deja de controlar ese cuerpo inmóvil, sin un conductor para dirigirlo, deambula por la calle, hasta encontrarse un nuevo cuerpo para ocupar y seguir en este mundo, pero con una nueva vida, con una nueva identidad, con un nuevo sexo, una nueva clase social.
Es intrigante pensar que un día, otro espíritu me saque de mi cuerpo y se quede con todo lo mío, no me importaría que ocupe mi ropa o mi sepillo de dientes, sino que visite mi hogar y le corresponda recibir el amor que me pertenece, se acueste con mi polola y le declare nuevos sentimientos cada noche, o vaya a la universidad y me deje en ridículo con ideas que no son mías, nadie entendería que en realidad no soy yo, sino un usurpador de cuerpos, un maldito espíritu cazador de vidas exitosas como la mía.
La ciudad es un juego de azar, y hoy me toca llegar con vida a mi hogar, nuevo hogar dulce hogar, en medio de una luz plateada que ilumina mientras camino por el living, en el fondo, la ciudad entera se acuesta junto a mi, porque alguien se encuentra ahí,
quien me espera se despierta, entonces le pregunto:
¿cuantos años tengo?. 24 me dice y apaga la luz pronto.
Se me olvida, a veces digo que tengo 22, pero no porque me quiera quitar esos años, sino porque lo olvido y no me interesa saber si tengo la edad suficiente como para haberme ido de la casa, ya no me interesan los años, me e vuelto un amante del presente.
… no puedo dormir, mientras le doy un beso como un padre en el omoplato, salgo a caminar por el departamento a oscuras.
Pienso en las enseñanzas de otros, que fueron enseñados por otros
no es la escuela, no en la calle, sino de mi madre y mi padre en mi verdadero hogar.
Pienso en todo lo que opone resistencia, y como somos enseñados sin querer muchas veces, como solo pasando hambre y frío, se conoce el sabor del pan y el calor de un abrigo.
otra vez solo, Paso a través del living, iluminado por la ciudad y por toda esa gama de lucecitas que muestra un perfil alardeante, Apoquindo sigue despierta, ajena a mi, es un espectáculo en vivo, soy un turista en mi propia ciudad, un marginal en una realidad que no le pertenece.
Me doy cuenta lo lejos que estoy
…pero lejos de donde, mientras la luna cuelga de un hilo
Las cortinas transparentes son un telón teatral, me siento en otro país, veo el lago del club de golf, y me siento un poco descolocado…lo único que me queda por el momento es ser un buen hijo, un buen amigo, un buen pololo, un buen ser humano.
Saludos wild.